martes, 30 de noviembre de 2010

La muerte en (un trasunto de) Venecia

 

lamuerte

La belleza de su rostro era la de una virgen rafaelista, distorsionada por el pelo corto y rizado que nimbaba de ámbar su testa y las patillas que enmarcaban sus altos pómulos no dejaban lugar a dudas de su género. Era tal su perfección que casi daba miedo acercarse a él, so pena de que desapareciese, se desvaneciera bajo el peso de una realidad que no está hecho para los seres perfectos. Cualquiera creería que se trataba de un Tadzio llegado a la edad adulta, por un breve instante me entendí en toda su magnitud un libro (y película) que nunca había logrado entender, que no me había llegado a calar salvo por aquel instante.  En ese momento de podría detener el vagón del tren, tener que evacuaron de forma perentoria y me hubiera quedado allí mientras él se quedara allí y yo pudiera contemplarle.


¿Se puede sufrir el síndrome de Stendhal contemplando un rostro?

¿Puede doler la certeza de saber que nunca más vas a volver a cruzarte con esa persona?

¿Puedes pasar del embelesamiento a sentir que alguien es deplorable en cuestión de instantes?

La respuesta es que sí, cuando los detalles te demuestran la nefasta colisión de dos mundos separados por un abismo. Primero fue ver una carpeta de una Universidad privadísima, exclusivísima, hipercarísima, de inconfundibles tendencias religioso-políticas. Después llegó un tono de móvil con una inconfundible melodía de cierto grupo andaluz tan afín a ciertos ideales que fueron la gran atracción de la boda de la hija de uno de los dirigentes de un partido gobernante de infausto recuerdo. Para seguir, el llamativo logotipo de una camisa perfectamente planchada (seguramente por una chacha de un país en vías de desarrollo sin contrato de trabajo). Pero lo peor de todo, aquello que deshizo el sueño y lo mancilló con el barro de una realidad que nunca es tan bonita como la imaginamos, fue un acento en su voz que arrastraba las eses, las alargaba y las dejaba colgando en el aire del vagón como una estalagmita de aliento.

Supongo que nuestros sueños no están construida a la alturas de la realidad.

mp3: The last hour “Death in Venice”

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