miércoles, 17 de abril de 2013

Turistas

 

Aprendieron a buscar direcciones a tientas,
empeñando los días
por billetes que no llevaban a ningún sitio.

Las sirenas les saludaban a su paso.

Tras la máscara, los ojos vacíos,
tras la máscara, días truncados
por un espejismo de libertad
(cómo se les llena la boca
con esa palabra)
que hace de lastre en su maleta.

Las polillas persiguen su llama de vencedores.

Las fronteras de su pasaporte
muestran el daño
que han hecho millares
de soterradas guerras civiles
de alquitrán y mareas muertas.

Llenaron sus cantimploras en las aguas del Léteo.

Desnudan su pecho a base de golpes,
poner la otra mejilla
para abandonarse al tranquilo
desasosiego de las horas moribundas
y al origami de los derechos ajenos.

Las musas denunciaron el acoso de sus pasos.

Cualquier otra parte es un destino
como otro cualquiera.
En su tarjeta de embarque
una base petrolífera en medio del mar
es solo una escala.

Son indignos de las venganzas de un dios.

Escupen con la pleitesía del tirano,
la bilis es su elixir para la tragedia,
deslustran con divisas
lo que atesoran los ortodoxos,
se alojan en castillos de aire.

El minotauro les enseñará que no se llaman Teseo.

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