martes, 18 de agosto de 2009

Érase una vez...

... un niño al que, en su primer día de colegio, sus compañeros dijeron: "Si te pones un sombrero amarillo, seguro que te conviertes en el favorito del profesor". El niño no le dio mas importancia y se dedicó durante todo el curso a estudiar lo más posible para sacar las mejores notas. Hacía sus tareas, jugaba con los otros niños en el patio, incluso formó parte de una pandilla.

Un día de invierno su mamá le regaló un gorro de lana. Era amarillo. Pero el niño no recordó la advertencia de sus compañeros y lo lució en la primera ocasión que tuvo oportunidad. Al llegar a la escuela no reparó en la reacción de sus compañeros, de los amigos de su pandilla, que, como un apestado, empezaron a dejarle de lado en los juegos. Las pocas veces que le dejaban participar en los juegos del patio, le tocaba salir corriendo detrás de todos en el "corre corre que te pillo", el policía jugando a "polis y cacos" cuando no, directamente, le ignoraban en un rincón del patio. Sin querer y sin poder evitarlo, se vio avocado a hablar con la única persona que tampoco participaba en el resto de juegos de niños, el profesor.

Así pasó muchas horas de recreo hablando con el profesor, que era el único que parecía hacerle caso. Sus calificaciones no mejoraron, tampoco empeoraron, pero todos sus compañeros empezaron a tratarle como el pelota del profesor, aislándole aún más. El profesor, consciente de lo que estaba pasando trató de dejarle un poco más de espacio, con lo que, al final, el niño se sintió aislado de todo y de todos. El recurso a la pataleta no parecía funcionar: seguía abandonado por el resto de sus compañeros de clase, incluso, por el profesor que había sido su única compañía. Pero siempre iba caliente con su gorro amarillo.

Como se suele decir: ande yo caliente, ríase la gente.

Y colorín colorado, una pedorreta para los niños del patio.

mp3: Fountains of Wayne "Hat and feet"

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