lunes, 6 de diciembre de 2010

Tres perspectivas: Michel Onfray y un manifiesto hedonista

 

Revisando entradas antiguas he redescubierto las que escribí cuando me leí “La fuerza de existir. Manifiesto hedonista” de Michel Onfray en octubre del año pasado y he decidido aglutinar las tres entradas en una sola. En un día festivo puede resultar interesante (o tedioso)

Perspectiva: el contrato hedonista

Hay pocos filósofos que me gusten tanto como Michel Onfray, tal vez sea porque es de los pocos a los que realmente entiendo. Tal vez sea porque sea el primero que me encuentro que me plantea que todo lo que he aprendido hasta ahora de pensamiento filosófico es sólo una de las caras de la historia, posiblemente la más aburrida y la más distante del ser humano en sí. Después de su "Tratado de ateología", con el que me reí como nunca con un ensayo (esas pullas a Pablo de Tarso hacen que te mondes de risa sí o sí, mientras grita a los cuatro vientos que toda la moral actual está basada en la "pulsión de muerte", la negación de la vida y la creencia en quimeras y cuentos) ahora estoy atacando "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista", seguramente más árido pero, al mismo tiempo, más completo al aglutinar no sólo la metafísica de su pensamiento como hace en el primero, sino también su perspectiva sobre ética, erótica, política, estética y epistemología.

Divagando en la parte de ética, en la que propugnaba la constitución del Yo como elemento moral básico, dejando de lado las pejiguerías enraizadas en una moral judeocristiana de la que todos, en mayor o menor medida, somos deudores, cuando me encontré con la siguiente afirmación:

"[...], la etología da cuenta de esa falta de ética: cada cual evoluciona en un territorio reducido hacia su determinismo de macho dominante, de hembra dominada, de integrante de la horda o miembro de un grupo más extenso que otro. El reino de la tribu contra el de lo humano. La construcción de un cerebro ético constituye el primer grado hacia una revolución política digna de ese nombre."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 106

Al principio me ha dejado un poco noqueado, dadas las circunstancias actuales no me veo como ninguno de los elementos mencionados por el filósofo: ni soy macho dominante, ni hembra dominada ni, mucho menos, integrante de la horda. Hasta que he caído en la cuenta de que se refiere a falta, a carencia de ética, no a una posición ética del Yo ante la vida. Así más adelante, he encontrado una magnífica descripción de las relaciones sociales actuales, tildando a los elementos anteriores de delincuentes relacionales, personas que no son ni responsables ni culpables, que dependen de una serie de disposiciones existenciales que hacen de ellos incapaces de sostener cualquier tipo de compromiso ético. A éste tipo de compromiso lo denomina contrato hedonista. Dice al respecto:

"Pues el contrato funda la relación ética. Somos seres humanos, y como tales, dotados del poder de comunicación. A través del lenguaje en primer lugar, sin duda, pero también por medio de miles de otros signos comparables a la emisión de un mensaje, a su decodificación, recepción y comprensión por un tercero. La comunicación no verbal, gestual, las mímicas del rostro, las posturas del cuerpo, el tono de la voz, las inflexiones, el ritmo y la inflexión de la palabra, la sonrisa, transmiten la naturaleza de una relación. En el grado cero de la ética se halla la situación."

Vamos, que antes de tener una relación con otra persona, antes de aceptar el contrato hedonista con otro, nos enfrentamos a la parafernalia de un lenguaje verbal y gestual que, en mi opinión, crea una "primera impresión" que va a condicionar los pasos posteriores de la relación en el plano ético. Continúa Onfray:

"Primer grado: la presciencia del deseo del otro. ¿Qué desea? ¿Qué me dice? ¿Cuál es su voluntad?"

A partir de la primera impresión, tenemos que inferir aquello que busca el otro, la persona con la que vamos a firmar el contrato... yo, hasta ahora, no tengo poderes telepáticos, la verdad.

"De ahí surge el cuidado necesario. Informarse del proyecto del tercero ante el cual me encuentro. Luego aclararle mi proyecto. Siempre a través de signos; el lenguaje, entre otros Ese juego de perpetuo de vida y vuelta entre las partes interesadas permite la escritura de un contrato. No hay moral fuera de esta lógica sinalgmática La relación ética puede darse sobre la información intercambiada."

Al final se hace necesario acumular información con la que poder hacerse una imagen de los objetivos del otro. Desde mi punto de vista, evidentemente no por las palabras, gran parte del proyecto de gente que conozco consiste en medrar a costa de todo aquél que se cruce en su camino. Eso plantea el problema de no poder mantener el contrato con la otra persona, menos aún cuando te enfrentas a todo un grupo. ¿Qué dice Onfray al respecto?:

"En el caso del delincuente relacional, en cuanto ha quedado integrada la información, y en caso de amenaza contra la tranquilidad existencial la solución exige una reacción adecuada: la evitación."

Con otras palabras, pasar de ellos para mantener la tranquilidad existencial de uno mismo. Aún añade:

"El hedonismo se define de modo positivo por la búsqueda del placer, sin duda, pero también de modo negativo, como evitación de las situaciones de displacer. Los psiquismos deteriorados corrompen lo que tocan. Salvo deseo de automutilación -ética contractual-, la expulsión permite restaurar la paz mental y la serenidad psíquica."

Leches, de "psiquismos deteriorados" podría hacer un listado prolijo hasta el exceso. Y además, como la sabiduría popular indica: Dios los cría y ellos se juntan. Es obvio que un psiquismo deteriorado no es capaz de percibir el deterioro del prójimo, como tampoco es consciente de lo que puede suponer para su propia psique: renuncia a la propia personalidad, incapacidad de tomar decisiones, comunión con el papel asignado dentro de la comunidad sin llegar a plantearse en momento alguno, las capacidades propias para desempeñar otro rol. Onfray nos da su beneplácito para evitar a éstos elementos que pueden llevarnos al displacer (que gran término!) y nos presenta unas pautas para cuando no es posible dicho distanciamiento (vamos, el momento en el que me encuentro, que no me queda más remedio que bregar con un manojo de psiquismos deteriorados que yo llamo "personalidades tóxicas")

"En algunos casos, el distanciamiento no es posible, porque se trata de personas con las que, por múltiples razones, estamos obligados a permanecer en contacto. Queda, pues, la solución ética, la buena distancia, lo que denominé La construcción de uno mismo la Eumetría. Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. Ni distanciamiento radical y definitivo, ni proximidad que expone al peligro. No exponerse, no entregarse, no confiarse, guardar los secretos, practicar la distancia, ejercer la discrección, mantener la cortesía, la buena educación y el arte de las relaciones fluidas pero distantes. ¿El objetivo? Evitar poner en peligro el núcleo de la identidad."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 109 y siguientes

No puedo estar más de acuerdo con su postura, sin embargo me conozco lo suficiente como para no ser capaz de mantenerla de entrada. Mi capacidad de descubrir personalidades tóxicas a priori es nula y, cuando lo descubro, siempre es demasiado tarde, lo que les da a los psiquismos deteriorados una ventaja sobre la relación, ya que para cuando se trata de llegar a la relación distante, tienen argumentos que tratan de usar como armas arrojadizas. Aunque claro, también es gracioso observar la incapacidad de estas personalidades de distanciarse del elemento que les produce suspicacia, siendo capaces de hacerlo únicamente, cuando se encuentran respaldadas por el grupo mentado anteriormente.

En definitiva, aplicando la lógica hedonista expuesta, me dedicaré a seguir tratando de evitar el displacer.

Perspectiva: el pacto erótico

Siguiendo con las disquisiciones filosóficas de Michel Onfray, en el libro que me estoy leyendo tras bregar con disquisiciones sobre las relaciones interpersonales que ya traté en la parte anterior pasa a hablar de las relaciones desde un plano más "íntimo". Por supuesto, uno no puede dejar de verse reflejado y ver reflejado el mundo que le rodea, en sus palabras, en las ideas que lanza como bombas atómicas contra la conciencia del lector.

En un principio contrapone los conceptos de eros pesado frente al eros liviano. Ambos conceptos parten de la interacción erótica entre dos seres humanos, si bien, en el primer caso, esa interacción se ve lastrada por el peso de una moral judeo cristiana que nos lleva a considerar el sexo como algo sucio y, por extensión, las reacciones físicas, el deseo, la líbido, son denostables y punibles ¿cómo se las castiga? Con la amenaza de distanciamiento de ese dios omnipresente y ausente, de que jamás llegaremos al prometido reino de los cielos. Pero la mala fama del eros en su vertiente hinca sus raíces en un sustrato más profundo: en la perpetuación de un modelo falocéntrico de sociedad en la cual el hombre, para someter a la mujer, crea un reflejo de la corte celestial, convirtiéndose en el "dios" de su casa a la voluntad del cual el resto de entes dependientes debe doblegarse. Eso, sin contar la percepción finalista del acto sexual: se fornica para procrear, cualquier otra finalidad, mucho más, la búsqueda del placer por el placer (viva MacNamara) no es más que pecado.

El eros liviano, por su parte, propone una interacción entre dos personas que se aceptan a sí mismos sin los inconvenientes de verse sometidos a una situación de dominación, de preponderancia del uno sobre el otro. Una relación entre iguales en la que el contrato hedonista se transforma en pacto erótico. Claro, que esto no es tan fácil como se puede plantear a primera vista. Dado que nos vemos inmersos en una sociedad que, pese a considerarse laica, lo único que ha hecho ha sido quitar a dios de la ecuación para reproducir los modelos éticos judeo cristianos prácticamente al pie de la letra, la búsqueda del placer, las relaciones sexuales, se ven desde una perspectiva que las distorsiona. Para rematarlo, en el saco metemos al amor y ahí ya sí que la liamos del todo. Dice en un momento dado:

"Construirse como máquina célibe en la relación de pareja permite evitar en lo posible la entropía consustancial con las disposiciones fusionales. Para evitar el esquema nada, todo, nada que caracteriza a menudo las historias fracasadas, mal, poco o nada construidas, vividas día a día, impuestas por lo cotidiano, vacilantes, la configuración nada, más, mucho me parece preferible."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 130

Ambos dispositivos parten del mismo punto: nada, es decir, dos personas que no se conocen previamente, se encuentran y empiezan a formar un pacto erótico entre ellas. Ese pacto, en el primer caso, convierte a una de las partes en todo para la otra, cosa que no tiene por qué ser, necesariamente, bidireccional, y cuando entra en juego la entropía propia de los seres humanos ese todo se transforma en un lastre que, en la mayoría de los casos se convierte de nuevo en nada e, incluso, menos que nada. La típica historia de A conoce a B, se enamoran hasta las trancas, se casan, son felices hasta que A siente que B molesta o a B le parece que la relación con A no funciona, y terminan separándose o divorciándose o lo que sea, con lo que vuelven a convertirse en dos extraños el uno para el otro, sus caminos divergen. En el caso del dispositivo nada, más, mucho, según Onfray, nos encontramos lo siguiente:

"[...] parte del mismo lugar: se encuentran dos seres que no saben aún que existen, y luego construyen sobre el principio del eros liviano. A partir de ese momento se elabora día a día una acción positiva que define el más: más ser, más expansión, más regocijo, más serenidad adquirida. Cuando ésta serie de más permite alcanzar una suma real, aparece el mucho y califica la relación rica, compleja, elaborada según el modo nominalista."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 130

Me encanta eso de "el modo nominalista" pues concreta mucho a lo que es la otra persona, despojándola de los finalismos utilitarios de la relación más "romántica", en otras palabras, propone una separación de la idea romántica de las relaciones, con todo el sedimento que las novelas rosas se han encargado de dejar en nuestro inconsciente colectivo, para proponer unas relaciones libres de cargas más allá de las que seamos capaces de acarrear, lo que supone que no nos veremos en la tesitura de tener que cargar con compromisos que nos veremos obligados a dejar de lado ante la imposibilidad de llevarlos adelante.

¿Qué pasa con la reproducción? Qué gran pregunta, que Onfray solventa así:

"La posibilidad fisiológica de concebir un hijo no obliga a pasar al acto, así como el hecho de poder matar no instituye de ningún modo el deber de cometer un homicidio"

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 131

Sí que es un poco exagerado, pero es real como la vida misma, la posibilidad de tener hijos no significa, necesariamente que nos tengamos que reproducir. Además, no podemos dejar de tener en cuenta el hecho de que la crianza de un hijo no es lo mismo que la educación que, de antemano, según el filósofo:

"Freud, no obstante, ya nos previno: se haga lo que se haga, la educación es siempre fallida."

Y deja un adorable recadito al padre del psiconálisis:

"Una mirada a la biografía de su hija Anna le da toda la razón"

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 133

(La hija del vienés debía tener un complejo de Electra que no se lo debía saltar un gitano y, mientras su padre demonizaba la homosexualidad y calificaba a la mujer como "un hombre sin pene", hay claros indicios de que su descendiente era lesbiana)

Volviendo al tema que nos atañe (que como empiece con Freud no paro) no creo que Onfray denoste el tener descendencia, sino que hay que tener claro las responsabilidades que conlleva: criar no es educar (Amén)

En resumen, detrás de un instinto animal que todos poseemos, existe una razón erótica que sublima la energía salvaje que suponen las relaciones carnales para transformarlas en un juego erótico entre dos iguales.

Perspectiva: Una bioética prometéica

Volviendo a los derroteros del franchute, me he terminado ya "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista", esa suerte de síntesis del pensamiento filosófico de Onfray. Cierto es que la última parte, la dedicada a la política y a la estética decae mucho, muchísimo, dado que el hombre trata de sintetizar tanto sus opiniones que, al final, todo se queda en meras pinceladas sin llegar a concretarse en nada tangible. Pero entre ambas partes aparece la parte de la bioética, todo un trallazo con las perspectivas preponderantes hoy en día. El epíteto de prometéico, nos remite al mito de Prometeo según la wikipedia:

"En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los humanos para su uso y ser castigado por este motivo."

¿Qué es lo que busca el Prometeo mitológico? El bien de la humanidad ¿Busca la bioética actual el bien de la humanidad? Obviando el tema de los beneficios escandalosos de las empresas farmacéuticas, la cruda realidad es que no buscan el bien de la humanidad sino la paliación de los males del ser humanos, algo realmente distinto puesto que adopta una perspectiva desde la muerte, desde el dolor, en vez de mirar a la vida, a la ausencia de ese dolor. Esa perspectiva necrófila proviene, una vez más, de mitos católicos según los cuales la vida es sufrimiento en éste valle de lágrimas y todas esas cosas que les gustan tanto a los sacerdotes (no me estoy refiriendo a jóvenes efebos, no nos desviemos del tema), disgregando de forma traumática el cuerpo físico del cuerpo espiritual. Onfray no niega cierta transcendencia en la esencia del ser humano, a lo que se opone es a desligarla de la esencia tangible del ser. El objeto del modelo corporal impuesto por la teocracia es el cuerpo angélico, libre de mácula el cual, el hombre, como elemento carnal, jamás podrá alcanzar (viene a ser lo que nos pasa en ésta sociedad de la imagen cuando vemos las fotos de las/los top models de proporciones áureas y las extrapolamos a lo que vemos en el espejo cada mañana, no deja de ser lo mismo, pero tangencializando el modelo de perfección en personas concretas) para desligarnos de ese modelo angélico Onfray propone:

"(...) exponer el cuerpo nominalista, ateo, encarnado, mecánico, aun cuando esta mecánica, mucho más sutil de lo que afirman sus adversarios espirituales, merezca una afinación conceptual y teórica. Desmitiquemos la carne, depurémosla de fantasmas, ficciones y otras respresentaciones mágicas. Abandonemos la era del pensamiento primitivo y entremos en una verdadera época de la razón."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 175

La bioética en general, con todo lo que ella conlleva de medicina e investigación, en estos momentos está instalada en lo que denomina una "heurística del miedo", lo cual conlleva una paradoja en la base de éste concepto, puesto que si heurística la definimos como "la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines" (fuente: Wikipedia), nunca la podremos alcanzar desde la perspectiva ¿De dónde nace ese miedo? De una concepción crística de un cuerpo pecaminoso y condenado al dolor.

"Enseñemos el terror ontológico para producir inmovilidad tecnológica. Resultado: el triunfo del principio de precaución, que marca la victoria del conservadurismo."

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 175

Propuesta la superación del cuerpo humano, llegando al cuerpo poshumano en una búsqueda de la felicidad, no en la persecución de los cuidados paliativos del dolor, Onfray plantea el medio para llegar a dicho objetivo: las transgénesis. Es decir, el uso de los medios genéticos a nuestro alcance sin pasarlos por la perspectiva de esa heurística del miedo.

"La medicina transgénica (...) frena la omnipotencia de la medicina agonística qie, la mayor parte del tiempo combate el mal con otro mal. Define una medicina distinta, pacífica, que neutraliza la aparición de la negatividad (...)"

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 185

En resumen, Onfray propugna una medicina que nos lleve al bienestar, sí, pero a través de los medios que poseemos hoy en día a nuestro alcance, despojando de la negatividad con la que nos presentan cosas como la genética, la clonación, la transgénesis... Propone una medicina del gozo, y lo ejemplifica en la Viagra, diciendo:

"da a la carne los medios del espíritu, muestra a qué se parece una farmacopea dionisíaca adaptada a la pulsión de vida"

Michel Onfray "La fuerza de existir. Manifiesto hedonista" Ed.Anagrama (2008) p. 188

En conclusión: usemos la medicina y los medios a nuestro alcance para vivir, no para evitar la muerte.

mp3: Hooverphonic “Vinegar & salt”

2 comentarios:

Chechu dijo...

Muy interesante. Has despertado mi curiosidad. Intentaré hacerme con el ibro, gratis... ¿Será posible? ¿Lo encontraré en una bibliotéca?... Me da que vas a decir que no.
Todo el tiempo que paso solo ultimamente, que es muchísimo, lo dedico, cuando no logro que una actividad me distraiga de pensar (cosa que no sucede muy amenudo) a reflexionar sobre muchas de las cosas que has planteado en este post. Me he sentido muy reconocido en la actitud de distancia que describre el filósofo, pero, la solución que propone (y que ya aplicaba) me crea conflictos: me hace sentir reprimido. No sé si protege el hedonismo (intuyo que la palbra en el contexto de esta discusión tiene un significado más profundo y extenso) o lo mutila. Protege mi individualidad, pero me distancia, no solo de la otra persona, sino también de mi personalidad: al carecer yo de una expresión extrovertida que afirme la interior, no me siento yo mismo, sino una fantasmagoria. Según pasan los días (días que se bañan en una niebla de atemperancia) me vuelvo más y más negativo; siento un abismo en el estómago crecer con el transcurrir del tiempo. La soledad comienza a pesarme. He observado curiosa la manera con que has enfocado esa parte del libro. Hablabas de personalidades, o hábitos de tu personalidad, tóxicas(os), que logran fracasar el pacto de distancia, como si el conflicto, para vos, fuera más una incapacidad de mantener la máscara que las consecuencias de vivir día a día escondido bajo ella. Porque, pocas veces ocurre que conectamos con otro ser humano, y él con nosotros. Entiendo fundamental para la independencia el recurso, pero terrible para el deleite y la reafirmación. (Vaya tostón te estoy soltando, perdona). Mi conflicto es que, aunque deseo sentirme liberado de los jucios de mis semejantes y de una dependencia rayana a la caprichosa de un niño, no soporto bien la soledad, me quema. Será que todavía no han madurado ciertas cualidades imprescindibles... o que el ser humano no sabe estar solo...o un mix de cosas... Quién sabe.
No te atormento más. Las rayadas de uno sólo le interesan a uno mismo.
En fin, que me ha parecido apasionante el tema... Dos de dos.
Otro beso (¡estoy espléndido!)
Chechu

Chechu dijo...

No se por qué pero se ha publicado cuatro veces el comentario, y no puedo (o no sé, mejor dicho) borrrar. Lo siento niño. La tecnología y yo nos llevamos fatal. Tendrás que limpiar tú el desastre.
Sorry!