jueves, 20 de agosto de 2009

Aprendiendo a perder

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Su mayor drama, la mayor decepción, fue descubrir que no era única, que no era especial, y eso la transformó en un ser anodino, convencional, hecho que arrastró su seguridad como la marejada se lleva los restos del naufragio mar adentro, los pule, los decolora y los devuelve a la orilla amnésicos de su imagen original. Así, un día se miró al espejo y lo que vio no le gustó. Desde entonces, el ritual matutino consistía en buscar los defectos como otros buscan los siete errores en los pasatiempos del periódico, en encontrar los puntos débiles de un cuerpo que, sin darse cuenta, ya no le pertenecía. Ahí estaban los brazos, demasiado rollizos en comparación con el resto de su cuerpo. Las caderas, anchas, demasiado anchas, más propias de una matrona con seis hijos que de una joven que quería llegar virgen al matrimonio. Las pistoleras de una celulitis que dotaba a sus muslos de un aspecto áspero y poco uniforme. Lo único que salvaba era su pecho, aún firme, todavía apetecible, con la medida justa para una chica de metro sesenta y poco.

No fue consciente de la distancia entre su cuerpo y el reflejo del espejo. La mujer que la miraba desde el otro lado del cristal era, a su entender, una foca. La que estaba en el mundo real, muchos días, no era capaz de levantarse de la cama. Había olvidado lo que era menstruar. Los pantalones, cada vez eran más holgados, como las mangas de las camisas. Pero ella veía las cartucheras y la rotundidad de unos brazos que no se correspondían a lo que ella quería ser.

Hasta el día que se dio cuenta de que la vida, su vida, era un spin-off de algo aún más grande.

mp3: Hockey "Learn to lose (Acoustic)"

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